Sunday, November 24, 2013

La chica de las rodillas raspadas.

Nadie se daba cuenta que ella tenía las rodillas raspadas. Era tan deslumbrante su belleza que uno no se fijaba en aquellos detalles. La tendencia generalizada era perderse en sus ojos, o en sus sonrisa, o en aquellas curvas que desviaban la mirada hacia la imaginación. Sin embargo, la innegable y cruel realidad es que tenía raspaduras a lo largo y redondo de sus rótulas.

Un día, cómo cualquier otro, que la observaba como de costumbre; me di cuenta de esta desgracia. Al contrario de lo que uno podría imaginar, me pareció más hermosa aún. Esas raspaduras eran prueba de su mortalidad; de que pudiera ser tocada, besada y lastimada. Daban fe de que había vivido, amado y sufrido. No era muñeca de porcelana, de esas que sobran en este mundo. Ella era una mujer.


La pregunta que de manera casi obligatoria seguía era ¿por qué? “ ¿por qué las raspaduras?” La respuesta la encontré en un “no me importa”. Lo más relevante es que se levantó. Seguramente aparecerán otras rapaduras en esas rodillas. Seguramente se volverá a parar. Seguramente encontrará a quien se las bese por las noches.

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